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domingo, 5 de marzo de 2017

✩✥ LA SANGRE DE MEDUSA ✥✩ CAP4

Pareja: MinKey [Minho + Key]
Género: Fantasía / Aventura
EEL: TP


Resumen: Año 1423, la dinastía Joseon gobierna Corea. Han levantado los cinco grandes palacios y la familia real reside en el Gyeongbok y se ve amenazada por la maldición de un enemigo contra el que llevan luchando desde el año 1395 cuando se hicieron con el poder. Cuando el monarca caer gravemente enfermo,sólo su hijo menor, Minho, tiene el corazón lo suficientemente puro como para emprender un peligroso camino que le llevará en busca de un brebaje que se esconde en el corazón del bosque de Gotjawal en la isla de Jeju.



























La noche le encontró sentado en el suelo, con los ojos muy abiertos, como si no quisiera perderse detalle alguno de las sombras que bailaban a su alrededor. Estaba tan nervioso y tan histérico por lo que le esperaba a la media noche, que no estaba seguro de si sus músculos responderían cuando diera la orden de ponerse en pie. Notaba todo el cuerpo tenso, incluso tirante, todo le dolía, mucho más le dolía la cabeza... Demasiado vivido en tan poco tiempo... Giró el cuello y miró con sosegada resignación el traje que su madre le había pedido que se pusiera para marcharse. Era un traje de guerra, más resistentes que las elegantes sedas que solía utilizar...
Conforme se acercaba la hora, se incorporó, sintiendo como todo su cuerpo temblaba y lo más digno que pudo, se atavió con su nueva vestimenta. Era la hora y él, estaba preparado.


Escuchó el  rozar de las telas acercarse por el pasillo y divisó la luz de un farolillo de aceite, su madre y unos criados venían a buscarle. Cuando la reina abrió la puerta del dormitorio de su hijo, lo miró con una gran satisfacción en el rostro por ver que había sido obediente y se había puesto la ropa militar con la insignia de la casa real de los Joseon... ¿Qué esperar en realidad de Minho? Siempre había sido el más obediente de sus hijos.
El joven príncipe avanzó hasta la reina aparentando seguridad, pero en sus ojos brillaba el miedo, la tristeza y la desesperación pero su madre hizo como si no pudiera adivinar aquella destrucción interna que estaba sufriendo el más joven de sus retoños y en silencio le indicó que la acompañara hasta las cuadras. Allí se encontraba un criado, sujetando las riendas del corcel preferido del príncipe. En realidad se trataba de una yegua knabstrupper que siempre había destacado por su docilidad y por su capa moteada tan diferente a los colores uniformes que lucían el resto de caballos de la familia real. La yegua iba cargada con unas sacas tras la silla de montar, su madre dijo que tenía en ellas algo de ropa, dos mantas y lo más importante, armas.  El dinero ya lo llevaba él encima para cuando fuera menester gastarlo en algo importante y la comida, le habían puesto una cantidad de pan y kimchi en un bento de madera debajo de las mantas, suficiente para dos días si sabía administrarlo. Era importante que fuera lo más ligero posible. Con un viejo mapa que le indicaba como llegar a la costa, algunas monedas y su poco equipaje, era todo cuanto Minho iba a tener para el camino. Hubiera pedido que al menos le acompañara una escolta hasta los puertos, pero la reina le hubiera dicho que tenía que ir solo... ¿Por qué tan solo? Minho suspiró y tras abrazar a su madre con la extraña sensación de que no iba a volver a verla jamás, montó sobre su caballo y agarró las riendas con toda la firmeza que le fue posible. La reina le entregó entonces un omamori. Se trataba de un amuleto de la suerte que consistía en una pequeña y fina tablilla de madera en la que se escribe una oración o bendición. En aquel caso, la reina se lo había envuelto en una seda blanca y añadido en un cordel que pendió de la muñeca de su hijo como una pulsera.
Volvieron entonces a mirarse a los ojos y todos levantaron la vista al cielo al escuchar el sonido de truenos. De pronto comenzó a descargar el cielo sobre ellos una lluvia muy fina que pinchaba como si fueran pequeñas agujas incrustándose en la piel... Era la peor de las suertes al parecer de Minho, quien no tuvo más remedio que soltar la mano de su madre y salir al galope de las cuadras, cruzar el patio adoquinado en donde los cascos de su yegua hicieron un eco escalofriante que resonó en medio del sepulcral silencio que envolvía el palacio y una vez alcanzaron la puerta de salida, que se encontraba abierta y flanqueada por unos guardias, Minho giró la cabeza al sentir una mirada y en un destello pudo ver a sus hermanos mayores, observándole en silencio desde un punto oculto en el patio que solo se iluminó por unos segundos ante el estallido de luz de un relámpago... ¿Habría visto bien?
Hubiera jurado que sus hermanos lucían amenazantes y hasta cierto punto felices de ver que tenía que marcharse sin ser seguro que lograra regresar en algún momento a casa...
Las diferencias entre ellos cuatro y él, ahora eran insalvables, los veía como demonios, como espíritus malignos que no hacían más que preocuparse de sus propios intereses y de tratar mal a todas las mujeres que se cruzaban en su camino... Todo lo que estaba pasando era culpa de sus hermanos mayores... De sus odiosos y crueles hermanos mayores...
Aquellos pensamientos cruzaron su mente en una fracción de segundo en la que creyó verlos ocultos bajo un porche, pero sin querer parar, miró al frente y siguió por las calles de la ciudad hasta la principal, donde puso rumbo a la salida de la ciudad. Todo estaba desierto y las luces apagadas en todas las casas, parecía que la lluvia, había incitado a que todo el pueblo se escondiera, presa quizás de la pena que ahora asolaba el palacio real.
Fuera como fuere, al verse por los oscuros senderos de los campos de cultivo,sintió la imperante necesidad de frenar bruscamente a su montura. De pronto volvía a dudar en si irse corriendo o volver más deprisa aún a casa para no dejar sola a su madre. Un extraño presentimiento hizo presa de él pero...No podía volver, confiaban en que lograra salvarle la vida a su padre y tenía que hacerlo. Volvió a lanzar a su yegua al galope, el eco de sus cascos al chocar contra la tierra dura hacía que el corazón del joven Príncipe saltara en su pecho a un ritmo errático y frenético, incapaz de ser controlado por alguien que estaba demasiado asustado pensando en qué habría más allá del hogar.
Sin volver más la vista, se detuvo en las lindes del bosque que llevaba a las montañas azules y desde donde tendría que internarse para llegar a los puertos mercantes de su gente... Si era una ruta comercial¿por qué tenía tanto miedo? Quizás porque era noche entrada, quizás porque podría haber bandidos esperándole en cualquier rincón oscuro, quizás porque le asustaba no poder entender el mapa...O peor aún...Quizás porque estaba oscuro. Improvisó entonces una antorcha para poder iluminar el camino, no podía pasar así como así por las sombras sin saber a dónde se estaba dirigiendo o si realmente estaba siguiendo el sendero marcado. La pequeña antorcha comenzó a arder y a iluminar a su alrededor un lugar denso, con un camino fuertemente marcado por el paso de los viajeros y las ruedas de los carros, parecía algo simple de seguir,ya que entre la espesura, al menos hasta donde alcanzaba su vista, era en línea más o menos recta. Dio un suave golpecito en el vientre de su yegua y el animal comenzó a andar de forma mansa por donde le pedía su dueño... Quizás debiera imitarla, si no estaba nerviosa es porque no había ningún peligro, de modo que el príncipe comenzó a relajarse y a respirar más aliviado, aunque cada sonido que sintiera, por muy leve que fuera, le hacía girar la cabeza asustado por lo que pudiera encontrar. Conforme se adentraban, el bosque se hacía más denso y poca luz parecía llegar desde el cielo, de modo que todo parecía mucho más solitario y lúgubre de lo que podía creer en un principio...


- Vamos, Minho... Eres un príncipe y hace mucho que dejaste de ser un niño...¿Por qué tienes miedo de un poco de oscuridad? No hay nada en ella que pueda hacerte daño -dijo buscando animarse a sí mismo- ¿No ves a tu montura? Va como quien da un paseo por el campo...Debería darte vergüenza estar asustado cuando tu animal no está más tranquilo porque sino estaría durmiendo...



Más relajado tras aquel diálogo que había tenido consigo mismo en voz alta, siguió avanzando por el bosque, no por ello estaba menos atento, cada sombra le parecía un potencial enemigo, un ser irreal que quería hacerle daño e incluso algún pequeño animal que se cruzó en su camino le provocó un gran sobresalto... ¿Por qué temía tanto a cosas que se estaba creando en su propia cabeza?... Quizás por el simple hecho de haber presenciado todo lo que en el palacio había visto... Primero aquella muchacha enfadada haciendo volar cosas por los aires sin ni siquiera llegar a tocarlas o por aquella tormenta que de la nada se desató únicamente encima del palacio real... O por aquel viejo de ojos hundidos y negros como la muerte, que le hizo sentir que le faltaba el aire y que su vida había tocado a su fin... De pronto, todos los cuentos de su niñez parecían haber cobrado vida... Brujas, brujos, poderes de la oscuridad... 
Llegó un momento en el que quedó sumido en sus propios pensamientos y dejó de prestar cuidado al camino que seguían él y su montura y una de las sombras que le habría llamado la atención, de haber estado atento, comenzó a seguirlo, provocando que el animal empezara a ponerse nervioso y caminar de forma errática de un lado a otro del camino marcado e incluso llegando a salirse del mismo. Fue entonces cuando Minho se percató de que algo no marchaba bien. ¿Su yegua estaba dando bandazos y comenzando a encabritarse? Sujetó las riendas con firmeza y la hizo frenar en seco, pero el animal seguía muy alterado... Demasiado asustado como para obedecer ninguna clase de orden. Se escuchó el crujido de una ramita al ser pisada y antes de que el Príncipe pudiera localizar el lugar del que provenía el sonido, la yegua se lanzó al galope siguiendo el sendero del bosque. Por muy poco Minho no acabó en el suelo pero escuchó un silbido cortar el aire e instintivamente se agachó viendo pasar muy cerca de sí una flecha que acabó clavada en una rama baja a un lado del camino. Abrió mucho los ojos y giró la cabeza para mirar atrás con tan buena o mala suerte, que dejó caer el farolillo, produciendo un ruido casi tan estruendoso como los cascos de su yegua al correr. Tras él había creído ver por lo menos a una decena de hombres vestidos de oscuro para confundirse con las sombras...Peor aún, hombres armados hasta los dientes y que parecían correr veloces como pumas.
Sólo una palabra cruzó su mente y nunca estuvo tan seguro de haber acertado. No eran bandoleros, eran un grupo de asesinos... ¿¡Asesinos!? ¿Acaso sabían alguien que él iba a pasar por allí aquella noche? No era casualidad, aquellos hombres le estaban esperando y él como un idiota no los había visto hasta que ya los tenía encima. Podía escuchar cómo disparaban flechas contra él y lo único que podía hacer era rezar a los dioses y a sus antepasados porque ninguna lo alcanzara , ni tampoco a su yegua y pedir ser más rápido que ellos pero... ¿Qué tan rápido podía ser si yendo a lomos de un corcel no se quitaba de encima a unos hombres que incluso armados y a pie, corrían pisándole los talones? Desenvainó su espada, no podía arriesgarse a fracasar por las malas artes de alguien y cuando uno de aquellos asesinos se puso a su altura y trató de hacerlo caer del caballo, actuó por puro impulso descargando un buen golpe con su espada. No supo si llegó o no a herir a aquel hombre, pero al menos había logrado mantenerlo a raya y hacerlo retroceder. Si bien el mismo u otro de sus compañeros, volvió a tomar ventaja y a situarse junto al caballo. Con un ágil salto, se le echó encima dispuesto a ensartarlo con unas dagas que llevaba en las manos. Aquel segundo hombre, logró abordar el caballo y Minho tuvo que forcejear para poder quitárselo de encima. Recibió un corte en la cara y al menos un par de ellos en los brazos pero con un golpe del mango de su espada, hizo que aquel hombre cayera del caballo ,tomando de nuevo las riendas y obligando a su corcel que arrollara a uno que trataba de cortarles el paso situándose delante de ellos. Sintió cómo el animal pasaba por encima de aquel bulto redondeado que debía ser el cuerpo del hombre tras ser arrollado, y notó que le temblaba todo el cuerpo a causa del miedo. Giró la cabeza intentando verlos a pesar de la oscuridad y aunque no tuvo éxito al hacerlo, una flecha pasó muy cerca de su rostro, tan cerca que creyó que le había atravesado la cabeza pero no, no había tenido esa mala suerte. Entonces, desde las sombras, uno de sus perseguidores se lanzó sobre él provocando que perdiera no solo el control del caballo sino que además, hizo que Minho cayera con él cuando forcejeaba por soltarse. La suerte del joven príncipe hizo que una de sus muñequeras quedara enganchada de las riendas del caballo, que prácticamente lo arrastraba en su frenética carrera. Intentó recuperarse y correr, ya que sentía las piernas golpearse contra las piedras del camino provocándole no solo duros golpes sino también cortes. Los asesinos volvían a estar muy cerca, amenazando con jalarlo y ponerle fin a su corta existencia y uno estuvo a punto de hacerlo, salvo por la rápida reacción de Minho, quién se logró zafarse del desconocido con unas buenas y potentes patadas. Tan pronto como se libró de aquel, sacó fuerzas de flaqueza y logró ponerse en pie para intentar correr y seguir el ritmo de su yegua, con el único fin de lograr desenrredarse de las riendas para evitar que su propia montura lo acabase matando.Al volver a girarse hacia el frente abrió mucho los ojos al descubrir que su yegua se había salido del camino y estaban a menos de 10 metros de un precipicio. Jaló de las riendas con toda la fuerza que pudo para hacerla frenar, pero el caballo se encabritó y no frenó hasta que no fue demasiado tarde. Ambos se precipitaron al vacío en medio de la oscuridad y tan solo se escuchó ruido de piedras al caer y los quejidos del animal. 
Fuera por suerte o desgracia, Minho había quedado enganchado por sus ropajes a una gruesas ramas salientes que crujían con el peso del príncipe, amenazando con dejarlo caer a aquel abismo de sombras. El joven jadeaba confuso y buscaba el modo de dar con un saliente de piedra del que poder sujetarse. Escuchó provenir desde el fondo del barranco un sonido de agua, allí bajo sus pies había agua y su yegua había caído en ella, pero era imposible saber si se habría golpeado con rocas hasta alcanzar el agua...Notando como poco a poco las ramas cedían, escuchó las voces de aquellos hombres que le iban persiguiendo diciendo que le podían ver. Al mirar hacía arriba, pudo verlos en el borde mirándole... Antes de que ninguno tuviera tiempo de cargar el arco, dio tal jalón de la ropa enganchada, que las ramas cedieron y el joven calló al vacío secundado por un grito de angustia que se perdió en la noche.





✩✥ --- ✥✩


- ¿Estáis seguros de que habéis acabado con él?
- Sí, mi Señor.
- ¿Cómo puedo saber que no me estáis mintiendo?
- Se despeñó por un acantilado, jamás volverá a molestarle. Es imposible que haya sobrevivido a esa caída.
- ¡Imbéciles!¡ Id a buscarlo y no paréis hasta que me traigáis su cabeza como prueba de su muerte! ¡IDOS AHORA!-gritó furioso aquel a quien tan respetuosamente llamaban Señor aquellos hombres.


Mientras aquellos diez hombres, tan similares a sombras, abandonaban aquel modesto y sobrio salón, el hombre al que llamaban Señor, como si fuera su dueño o al menos quien les pagaba, los observaba marchar con el ceño fruncido y con los ojos fijos de un ave de presa. No podía permitir que la simple palabrería de aquellos asesinos, por muy buenos que fueran, le nublara el juicio sobre la muerte del Príncipe Minho. Sin pruebas irrefutables de su muerte, no les permitiría regresar ni cobrar hasta que hubieran cumplido con el encargo.


 ✩✥ --- ✥✩  

Sentía que una voz le hablaba en la lejanía...Era de nuevo la voz de aquella bruja, susurrando aquella extraña frase que a pesar de no comprender, tenía grabada en la mente. Poco a poco, sintió dolor por el cuerpo, las piernas le dolían como si un ejército le hubiera pasado por encima. Resopló con fuerza y comenzó a abrir los ojos, pero la luz le hacía daño y tenía que volver a cerrarlos. Intentó en diferentes momentos acostumbrarse a la luz, pero era tal el escozor que le provocaba, que finalmente desistió y mantuvo los ojos cerrados. Su oído captaba el crujir suave y perezoso de madera cediendo ante las llamas, escuchaba el viento colarse por alguna rendija provocando un silbido que resultaba escalofriante... ¿Qué más podía escuchar? Pasos. Alguien se movía a su alrededor, de un lado a otro... Aunque el sonido de sus pisadas no era especialmente fuerte, sí que podía sentir la pequeña corriente de aire que provocaba al moverse. También comenzó a recuperar el sentido del olfato, notaba un suave y agradable olor a madera y también olía a comida, quizás alguna clase de puchero...

Sintió que alguien se agacha al lado de dónde él se encontraba y se preguntó si iba a cortarle el cuello...Quizás aquellos asesinos le habían encontrado y necesitaban que les dijera algo antes de matarle y por ese motivo aún no habían acabado con su vida. Sin embargo ninguna clase de golpe llegó, simplemente notó como cambiaban algunas vendas y algunos trapos que tenía por el cuerpo y volvían a ponérselos algo empapados, debía de tener fiebre,pues la sensación de que le estaban refrescando le resultó aliviadora a su malestar. Luego, aquella persona, fuera quien fuera, se apartó de él y por un largo rato lo dejó tranquilo, momento que el príncipe intentó aprovechar para volver a tratar de abrir los ojos sin que aquella horrible luz le cegara tanto como lo hacía, pero seguía sin poder permanecer por más de unos segundos con los ojos abiertos. Por suerte, otras partes de su cuerpo comenzaban a despertar y a responder. Los dedos de las manos fueron los primeros en obedecer sus órdenes, comenzaban a moverse y doblarse con pereza, tratando de espantar poco a poco aquel sopor en el que estaba envuelto sin saber el motivo exacto... Cuando su cerebro comenzó a pensar con más claridad, recordó lo sucedido durante la noche, la persecución de aquellos hombres y lo más importante de todo... El barranco... Recordaba haber quedado pendido en las alturas y en un intento desesperado por huir, se había dejado caer en aquel oscuro abismo en el que poco antes había caído su montura... ¿Se habría matado y por eso le costaba tanto moverse? Negó para sus adentros y finalmente pudo comenzar a mover un brazo por completo y de nuevo aquel sonido de unos pasos que se acercaban. Fuera quien fuese el que estaba a su lado, pareció colocar ante su nariz unas hiervas de un olor tan intenso que no pudo por menos que girarse y estornudar con fuerza. En apenas unos segundos sintió que podía mover bien todo el cuerpo, aunque sentía las extremidades entumecidas, le respondían de manera perezosa, pero respondían y finalmente entreabrió los ojos para ver de forma borrosa que aquella luz tan terrible que le había atormentado desde que tratara de abrir los ojos tiempo atrás, no era otra cosa que la fogata de una casa. Era un fuego no muy grande en un círculo de piedra pegado casi por completo de la pared. Visto en aquel momento, no parecía brillar tanto como sus ojos le habían querido hacer creer y mientras comenzaba a enfocar, aún sin atreverse a levantar por no ser capaz de ver con claridad, fijó los ojos en quien se encontraba a su lado. En principio creyó que se trataba de una mujer porque sus facciones y sus manos lucían finas y delicadas, pero en apenas unos segundos, se sorprendió de comprobar que se trataba de un chico joven, que debía tener poco más o menos su misma edad.

 Llevaba puesto un extraño atuendo, todo él iba vestido de un riguroso color negro, adornado quizás con las plumas de algún pájaro de ese mismo color... Fue una visión que le produjo una mezcla de sensaciones... Por un lado, Minho se sintió maravillado por lo hermoso que le resultó aquel muchacho, y por otro, sintió que estaba en presencia de la personificación de un cuervo, uno de esos pájaros altaneros con aires de dama o caballero que solían graznar allí dónde se hallara la muerte. Pero no fue muerte lo que allí le recibió, sino más bien una sonrisa difícil de interpretar, pues parecía irradiar cierto alivio pero también cierta tristeza ¿Por qué le miraría de aquel modo? Entonces, cuando sus ojos fueron capaces de enfocar con mayor precisión vio en él una cicatriz que le cruzaba desde el pómulo derecho hasta la línea de la mandíbula de ese mismo lado, era casi recta pero reconocía esa marca... Se les hacía a las personas que eran expulsadas de la comunidad por algún motivo, bien podía ser porque se trataba de un indeseable o porque era alguien que jugaba con la magia... Sí, al girar a mirar la pequeña casa en la que estaban, pudo apreciar que había hiervas por todas partes, distintas clases de hiervas en distintos recipientes de madera,todas bien colocadas. "Últimamente no hacen más que cruzarse brujas en mi camino..." Pensó para sí Minho mientras intentaba darse ánimos y conseguía sentarse al fin sobre el futón girando la cabeza para mirar nuevamente a su anfitrión, ahora con cierto recelo, pues finalmente se sentía despierto y alerta. 

 - Me alegra que al fin hayáis despertado -le dijo el joven.
- ¿Quién sois? ¿Dónde me encuentro? ¿Qué ha pasado?
- Estáis en mi casa, Majestad.
- ¿Majes...? ¿Cómo puedes saber...?
- Ese escudo bordado en oro no puede permitírselo cualquier familia y mucho menos con un símbolo tan distintivo, Majestad- dijo el desconocido señalando la desgarrada ropa de Minho en la cual se veía aún con claridad el símbolo imperial de su familia.
- ¿Quién eres ... ? ¿Qué eres? ¿Por qué tienes esa cicatriz?
- Mi nombre es Kibum... Y no soy nadie, el jefe de mi aldea pensó que era un brujo y me mandó a vivir como cualquier parea marcado como yo, en el exilio y lejos de mis seres queridos.
- ¿Por qué estoy aquí? ¿Vas a matarme?
- ¿Matar a su majestad? ... No, me temo , mi señor que no es eso lo que pretendo, sino salvaros la vida.
- ¿Qué me ha pasado?¿Lo sabes tú, Kibum?
- ... Os encontré entre las rocas, en las lindes del río, varios metros más arriba, estaba también vuestro caballo, pero me temo que no tuvo tan buena suerte como su Majestad, el animal estaba muerto cuando lo encontré y su Majestad estaba herido en la cabeza y con un brazo dislocado.
- ¿Mi yegua ha muerto?

El príncipe conmocionado intentó asimilar las palabras de aquel desconocido durante varios segundos en los que el silencio solo era perturbado por el crujir de las brasas en el fuego. Si era cierto lo que le había contado, entonces le había salvado la vida.
Kibum además, le dijo que a parte de llevarlo a su casa y curarle las heridas, había recogido todo lo que la yegua llevaba en las sacas y lo había puesto en sacas nuevas para cuando él despertara,pudiera llevárselo todo. Era un gesto muy noble por parte de aquel desconocido que además parecía vivir completamente solo. También fue informado de que llevaba un día entero en cama y que en aquel momento eran casi las dos de la madrugada del día siguiente; además, Kibum había visto a unos hombres vestidos también de negro pero que se movían con mucho sigilo, en las sombras del bosque, bordeaban el río y tras dar con los restos de la yegua decidieron seguir río abajo buscando los restos del príncipe. A Minho se le heló la sangre... Los asesinos le seguían buscando y cuando llegaran a la zona menos caudalosa del río y vieran que no había rastro de su cuerpo, volverían río arriba a inspeccionar los alrededores, pues era improbable que estando herido, como no podía ser de otro modo tras la caída, decíamos pues, que era improbable que hubiera ido muy lejos por su propio pie. Si daban con aquella casita, los matarían, no cabía la menor duda de que él moriría por ser el objetivo de aquellos hombres y que Kibum moriría por el simple hecho de haber intentado ayudar a un miembro de la familia real como se suponía que un buen ciudadano debía hacer... No pudo pensarlo demasiado, se sintió mareado y su anfitrión le dijo que debía ser no solo por el golpe que se había dado en la cabeza, sino porque no había comido nada y de forma hospitalaria ofreció al príncipe de su comida, un delicioso guiso, ramen y arroz, todo fue devorado con avidez por el hambriento Minho y bajo la atenta y curiosa mirada de aquel parea al que ya consideraba no solo un amigo, sino un más que posible brujo.
Kibum le dijo que iba a salir porque tenía que buscar unas hiervas para que la inflamación del brazo dislocado bajara y así poder recolocárselo de nuevo, pero justo en el momento en el que se dispuso a salir, escuchó unos ruidos procedentes del exterior y apresuramente hizo que Minho se escondiera en una especie de trampilla que había bajo el tatami del suelo. Apenas se hubo cerrado la trampilla sobre la cabeza del príncipe, la puerta se abrió con brusquedad e ingresaron en la casa al menos 7 hombres vestidos de negros y con las caras cubiertas. El joven brujo se mostró sereno ante la invasión, incluso cuando le amenazaron con colgarlo abierto como a un animal en el borde del camino, tan solo les dijo que podían revisar toda su casa y que no encontrarían nada, él vivía solo y realmente le pusieron toda la casa patas arriba sin hallar nada que pudiera incriminarlo, sin embargo, no se marcharon sin antes amenazarlo, si descubrían que estaba escondiendo a alguien o que si quiera lo había ayudado, volverían para matarlo. Minho escuchó esas amenazas y sintió que se le revolvía el estómago, aquel chico estaba jugándose la vida simplemente por ser un buen ciudadano y ayudar a uno de sus monarcas. Aquellos hombres eran unos cobardes por amenazar a alguien desarmado pero... peor aún era el saber que tenía que conseguir salir del bosque para llegar al puerto y desde allí ir hasta la isla de Jeju, internarse en su bosque maldito y tratar de encontrar aquella cura que su padre necesitaba y que sólo él podía conseguir. Una vez cesó el ruido fuera, Kibum abrió de nuevo la trampilla y lo ayudó a salir.

- No hay tiempo que perder, debo recolocarte el brazo y debes marchar cuanto antes...
- Ven conmigo... Por favor, Kibum... No me siento capaz de ir solo en éste viaje.
- ¿A dónde tienes que llegar?
- Al Bosque de la isla de Jeju...
- ¿¡Tienes que ir a Jeju!? -dijo sobresaltado el desconocido- Por los dioses...
- ¿Tu también conoces las leyendas?
- Sé que a Jeju no puede ir cualquiera... Ni siquiera sé si soy digno de acompañarte o quizás debería persuadirte de que no es buena idea que vayas... A menos que tengas el corazón puro, no puedes entrare en esa isla...
- Eso me han dicho... Pero mi madre asegura que sí lo tengo y también un hombre mayor al que ella llama "maestro" dijo que sí podía entrar a Jeju... Ni yo mismo comprendo qué debo hacer, pero es mi destino...


  Kibum se quedó observándole en silencio, parecía sorprendido por el momento en el que había nombrado al anciano al que su madre llamaba maestro con tanto respeto. Para Minho no hubo lugar a dudas de que aquel chico tenía que ser alguna clase de brujo o curandero y que por eso había reconocido el modo de dirigirse al anciano... Quizás fuera un brujo supremo o algo así y por eso la expresión de su cara. Una vez quedaron los dos sumidos en el silencio, Kibum se apresuró a romperlo, explicándole al Príncipe que iba a recolocarle el brazo y que sin duda le iba a resultar doloroso, pero no quedaba más remedio, pues debía partir de inmediato para no perder un solo segundo. El que aquello hombres le buscaran, no podía detenerle y no lo haría. Tras morder una especie de trozo de cuero, el desconocido vestido como un cuervo, le recolocó el brazo con un movimiento rápido y brusco que hizo que soltara un grito ahogado por aquel cuero que mordía. Aún así, para ambos sonó demasiado fuerte y temieron que aquellos hombres lo hubieran escuchado, de modo que una vez con el brazo en su sitio, Minho se apresuró a cambiarse de ropa y colocárse una nueva mientras miraba a Kibum preparándole algunas bolsitas con hiervas para el camino... Tenía que convencerlo de que fuese con él... No sabía si tan solo hasta llegar a la bahía de Jeju, pero al menos que fuera a su lado para no sentirse tan solo.  

- No puedo ir contigo... No soy merecedor no solo de acompañarte sino de ir a Jeju... Moriría.
- Te lo ruego, acompáñame al menos hasta el puerto, Kibum... Sé que puedo confiar en ti y necesito tu ayuda para encontrar la ciudad y caminar sin perderme por el bosque... Si me dejas ir solo, moriré a manos de esos hombres y lo sabes. Te necesito -le sujeta las manos- Por favor... No te lo pediría si no confiara realmente en ti.
- Pero es que...

Se miraron fijamente a los ojos durante apenas unos segundos y fue entonces cuando el brujo asintió levemente y se apresuró a tomar algunas cosas que guardó de forma apurada en una vieja saca que se colgó de un hombro. Algunas parecían pequeñas y simples castañas pero no lo eran, cuando se fijó con más atención, vio que se trataba de unas bolas que cabían fácilmente en la palma de la mano, parecían rellenas con algo y además, unas pequeñas y finas cuerdas estaban atadas entorno a cada una como si las tuvieran que sujetar para evitar que se deshicieran. Kibum se acercó al fuego y echó sobre él un cubo de agua para apagarlo. Luego se acercó al príncipe y dijo con voz quebrada:
- Muy bien, os acompañaré pero... no puedo garantizar que llegaremos con vida a la ciudad del puerto, ni que saldremos del bosque vivos...
- No importa, Kibum... Lo único importante es que me ayudarás a intentarlo...


✩✥ CONTINUARÁ✥✩

1 comentario:

  1. https://hosu-yunjae.blogspot.com/2017/03/incesto-family-capitulo-1.html?m=1





    Espero actualizes pronto!!!!!!!
    Gracias por el capítulo!!!!❤❤❤❤✌✌✌✌

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