Género: Acción
EEL: +16
Resumen: Jonghyun es un acaudalado jefe de la mafia en Corea del Sur y que por circunstancias de la vida, quizás la mera casualidad, le llevó a coincidir en un desfile chino en el que un disfraz de dragón le hizo recordar una promesa que hacía casi 10 años que había olvidado. Ir a china en busca de un muchacho que tiempo atrás clavó en él algo más que sus ojos duros y severos.
Viaja a Pekín decidido a buscar la marca distintiva de aquel chico, un dragón amarillo...¿Qué le espera a un coreano en las duras calles de china donde abundan mafiosos dispuestos a sacarle las tripas por el simple hecho de ser coreano?
CAPÍTULO 2º
MINHO MODE
A su regreso a China , a Minho le costó empezar desde cero, pero aún conocía a muchos hombres que le debían favores de cuando su familia mafiosa estaba en auge. Había tratado sin éxito, de mantener aquel imperio pero el Clan de El Dragón Amarillo desapareció de forma definitiva en la ciudad coreana de Busan.
Tras ser perdonado de morir por Jonghyun, tardó algo de tiempo en dar con la embajada china en aquel país desconocido y para su suerte lo mandaron de regreso a casa con un visado especial. Conocía a algunos hombres influyentes que facilitaron los trámites pertinentes ya que a fin de cuentas era un inmigrante ilegal... Incluso se sintió feliz cuando vio el cielo gris y contaminado sobre la ciudad de su niñez. El ruido, los coches, la gente yendo y viniendo en distintas direcciones... Sin duda estaba en casa. En principio marchó a la casa de una de sus tías que siempre se había mantenido fuera del negocio de la mafia de su padre y para empezar, ya tenía al menos donde quedarse y comida. SU siguiente objetivo fue conseguir poco a poco nuevos miembros para un clan que volvía a estar en pañales. No valía cualquier persona ni cualquier perfil, tenía que conocer bien el negocio de las mafias, pues los tres clanes restantes que gobernaban por así llamarlo, no eran cosa de juego, a cada cual de ellos peor... Los dragones amarillos eran conocidos por usar primero la palabra antes que la fuerza y el resto de sus competidores como podrían ser Los tortugas Azules, actuaban siempre de manera violenta sin importar a quien podían perjudicar con su conducta.
Minho se movió en los bajos fondos, buscando trabajadores descontentos de las mafias rivales o quizás a algún soñador empedernido que volara tras un cambio radical de aires o simplemente el idealista. Como era de esperar, en un principio nadie le tomó en serio aunque todos conocían su cara y pronto se buscó algunos problemas por el hecho de seguir vivo ya que las bandas enemigas deseaban la desaparición completa y absoluta de los suyos.
Durante varios meses tuvo que caminar escondiéndose en aquellos barrios mientras buscaba a sus contactos y a nuevos miembros para su clan mafioso con el fin no solo de vengarse, sino de plantar cara a toda aquella podredumbre que ahora gobernaba en su querida ciudad. No tenía por objetivo ser el más rico ni el más influyente, pero sí uno de los más respetados y estaba seguro de que lo conseguiría cuando aquel bache fuera superado pero para eso tendría que sobrevivir a los constantes intentos de asesinato hacia su persona y no era cosa fácil, ya que en cualquier momento podía suceder: un disparo fortuito, un coche que se salta de pronto un semáforo para arrollarle, veneno en la taza de té de una cafetería cualquiera... Su cabeza tenía precio y parecía que el peligro acechaba tras cada esquina.
Poco a poco sus antiguos contactos lo fueron poniendo en una situación más ventajosa, muchos de ellos eran hombres maduros que en su mayoría pasaban ya de los 60 pero que tenían hijos metidos en algunos negocios poco limpios pero se sentirían honrados de que portaran el escudo de EL Dragón Amarillo que era el símbolo del clan de Minho, antaño eliminado. Su familia siempre se había limitado al tráfico de armas ilegales que en su mayoría eran enviadas a los Estados Unidos y a los países árabes que en aquellos momentos se encontraban sumidos en guerras civiles. Aunque las armas no eran un negocio limpio, las drogas y la trata de esclavos sexuales lo era mucho menos. No quería formar parte de aquel ingente grupo de degenerados que secuestraban a niñas y las obligaban a prostituirse y les daban palizas... Claro que si se paraba a pensarlo, tampoco es que fuera mucho mejor propiciar armas a quienes podían usarlas para matar a civiles...Pero ese era su trabaja y deseaba seguir desempeñándolo hasta que una bala pusiera un punto y final a su camino... Irónicamente, el símbolo del dragón indicaba la sabiduría, la justicia y la rectitud, pero todas aquellas directrices eran fácilmente variables según la conveniencia o el convencimiento de cada persona, pero él se consideraba recto y justo... Y quizás para muchos de los que pronto comenzaron a seguirle, también les parecía, sino un hombre sabido, al menos uno prudente.
Su ascenso comenzó con prestamos de dinero de sus contactos que le permitieron comenzar a robar a sus rivales, pequeños hurtos en supermercados que trabajaban para las diferentes familias mafiosas y poco después comenzaron a robar a los distribuidores y a sus contactos con armas en el extrajero ofreciendo talones sin fondo o cheques al portador sin ninguna clase de seguridad, haciéndose pasar por algún peón de la mafia a la que estaban sirviendo en aquellos momentos, de forma que poco a poco, Los Dragones Amarillos comenzaron a hacerse con el favor de los comerciantes, tanto los internacionales, como los callejeros locales, sin casi hacerse notar, algunos negocios de las zonas más turísitcas de Pekín, empezaron a trabajar como coartada para aquella familia supuestamente desaparecida y a pagarle un tanto por ciento mensual a cambio de protección... ¿Qué qué era protección? Cada tienda , puesto ambulante, restaurante o supermercado, pagaba alrededor de un treinta por ciento del total de sus ganancias mensuales a la familia mafiosa que en aquel momento imperase en la zona con el fin de que ésta respondiera ante una agresión rival contra el negocio e intercediera para protegerlo y en cualquier caso ayudar a reconstruir en el caso de que destrozaran el local y la mercancía. Por tanto, varios locales empezaron a trabajar para Minho a cambio de su protección ante los peligros que representaban los otros tres clanes.
En un par de años, Minho volvía a estar bien posicionado e incluso podía permitirse el lujo de lucir algún capricho de joyería como podía ser un anillo o un reloj de muñeca, aunque él nunca había sido aficionado a los bienes materiales y no era menos en aquellos momentos.
Revisaba en aquellos momentos en su despacho, los papeles que debía rellenar para la construcción de un nuevo edificio de oficinas y apartamentos de lujo en un terreno que había adquirido hacía relativamente poco. A su espalda, en una pared de paneles color vino, un dragón hecho de oro relucía e iluminaba toda la sala como un talismán, vigilando desde las alturas, velando por la seguridad de aquel muchacho que una vez más se había levantado del barro.
El teléfono sonó y el joven respondió en su idioma natal, sonriendo apenas cuando su interlocutor dijo que se había dado el visto bueno definitivo a su plan de obras de un edificio de lujo y más aún, sus ganancias aquel mes habían ascendido hasta casi un 10% por encima de la media normal, lo cual era mucho y sin duda eso le hacía feliz, todo parecía ir viento en popa y al fin el honor de su clan había sido restablecido como correspondía. Al colgar el aparato, se acercó a mirar por la ventana preguntándose una vez más si aquel sería el día en el que al fin llegaría aquel joven coreano que una vez le perdonó la vida... Tras tantos años, no lo había olvidado, quizás porque había sido importante, teniendo en cuenta que aquel sentimiento resultaba irónico ya que ambos se habían intentado matar desde el primer momento y Jonghyun, le había dado una buena paliza, le había meado encima... Sí, aquello le había hecho sentir mucha vergüenza pero cuando volvió a cruzarse con él en el aeropuerto, supo que a pesar de ese sentimiento de inferioridad, había algo por encima de ello, un sentimiento más fuerte, no estaba seguro de qué, no podía definirlo como amor ni como nada en concreto porque nunca había sentido otra cosa que lo que le habían inculcado, la virtud, el honor y siempre tener la mente fría, incluso cuando parecía que su corazón se imponía, no tardaba en volver a ese necesario autocontrol.
También era cierto que ser el líder de una familia no era tan sencillo, la diplomacia solía fracasar en la mayoría de negocios y había que pasar a modos más sucios y ruines como podían ser la extorsión o algo aún peor, recurrir al secuestro y a la tortura e incluso al asesinato si era preciso para esclarecer algún tema concreto o un negocio que de pronto había salido mal por la intromisión de algún soplón en la organización... Si había algo que a los mafiosos no les gustaba, eran los soplones, algo así podía destrozar cualquier plan por insignificante que pareciese. Cada actividad que se llevaba a cabo en el clan, era por algún motivo y siempre resultaba ser un motivo que repercutía en el estatus de cada líder.
Mientras pensaba en aquellas cosas al observar las fachadas de los edificios de Pekín... De nuevo algo captó su atención, ésta vez se trataba de su teléfono móvil, vibraba dentro de su bolsillo y al sacarlo descolgó al reconocer el número de un viejo amigo que le hacía de informador y que era un experto en ordenadores:
- Espero que sea importante.
- Nunca te llamo sin motivo y en ésta ocasión es por un buen motivo. Hace casi 10 años me pediste que tuviera en cuenta un nombre y que si algún día aparecía en mi registro de viajes que te pusiera al tanto.
- Eso... ¿qué significa...? - susurra sintiendo que se le para el corazón por unos largos segundos.
- Significa que por una vez en 10 putos años, he encontrado su nombre en mi base de datos. Ha tomado un vuelo privado desde Busan y su destino es el Aeropuerto Internacional de Pekín.
- ¡ No puede ser! ¿Lo has comprobado?
- Sí, no hay otro, Kim Jong Hyun ¿no es ese el nombre que llevas repitiéndome casi a diario?
- Sí, ese es pero... es un nombre muy común...
- Escucha, estás de suerte, ahora que estamos en la era de la informática, puedo pasarte al móvil la foto que consta en su pasaporte y si quieres, me dices si es él o no.
- Sí, por favor, pásame la foto...
Al momento se apartó el auricular de la oreja y revisó la foto que le aparecía en la pantalla... Resopló al notar que algo le estallaba en la cabeza, era imposible no reconocer aquellos ojos negros tan profundos... Nunca había olvidado aquella cara, su expresión severa, sus labios fuertes, su bonita nariz... Jonghyun Kim, al fin había decidido ir a Pekín en su busca...
Sonrió sin poder disimular la felicidad, siempre había tenido la duda de si él le recordaba o finalmente habría olvidado su efímero paso por su vida y se había perdido en su memoria como una más de las mil caras sin importancia que nos encontramos a lo largo del camino.
Le costó varios segundos recordar que su compañero le estaba hablando aún por teléfono preguntándole ya nervioso si era o no ere el Kim Jonghyun ya que el silencio se había hecho latente y no sabía si le había pasado algo al líder mafioso o no. Volvió a colocarse el aparato en la oreja y dijo con voz calmada:
- Sí, es ese el sujeto al que me refería.
- ¿Y qué debo hacer? ¿Mando a los hombres a darle una paliza?
- ¿Qué? ... No, no lo digas ni de broma... Simplemente asegúrate de que nadie le de indicaciones de mi paradero.
- ¿Viene a buscarte a ti?
- Es imposible saberlo, pero de ser así, lo conveniente es que él mismo me busque sin ayuda de nadie, asegúrate de que nadie de la calle de mi nombre y que quede bien claro que no quiero que se diga nada de mi.
- Está bien, avisaré a tus hombres, no te preocupes, me ocuparé de todo, en cuanto baje del avión haré que le coloquen un transmisor para que puedas ver su posición desde el GPS de tu móvil y tu ordenador.
- De acuerdo.
No tuvo que decir nada más, colgó el teléfono y se sentó de nuevo en su lujoso asiento, delante de su mesa de despacho, sintiendo que incluso le ardían las mejillas a causa de la felicidad que le embargaba, pero debía contenerse y ser paciente hasta saber cuáles eran las intenciones de aquel coreano. Su decisión era inquebrantable, después de esperar durante diez años, no le importaba esperar un poco más.
Finalmente se puso en pie y decidió caminar fuera de aquel edificio que ahora era de su propiedad en busca de algún puestecillo callejero para comer mientras su cabeza hervía en pensamientos hacia aquel hombre... Extraño pensar que entre ellos dos podría haber surgido un sentimiento fuerte... Algo poco común entre mafiosos...El amor podía ser considerado un signo de debilidad y siempre era mejor aparentar no tener ninguna clase de sentimientos.
Las calles de Pekín bullían de gente, rostros que iban y venían en una marea humana que podía llegar a ser asfixiante. Revisó su móvil al escuchar la llegada de una notificación en la que su informador le dejaba un contador activo, similar al que se vería en una bomba, pero se trataba ni más ni menos que de el tiempo que le quedaba al vuelo del coreano por delante antes de arribar en territorio chino. Dependiendo del tránsito del aeropuerto, llegaría en poco menos de 40 minutos, así que muy pronto tendría informes y fotos de aquel hombre a cada paso que diese pero... Se detuvo en seco cuando se encontró de frente con uno de sus enemigos... En ese momento, Minho dirigía una familia mafiosa tan poderosa como había sido antes de que la unión de los tres clanes restantes la redugera a menos que cenizas. Se trataba de Ahn Niel, el líder de El Clan de los Tigres Blancos.
Se sostuvieron la mirada el uno al otro. Un astuto golpe de Minho hacía poco menos de dos años había hecho que la alianza desapareciera y el odio resurgió con más fuerza entre los clanes al volver la desconfianza, sólo aquel niñato, cuyo padre aún gobernaba en las sombras, había dado con indicios de que todo fue una jugarreta de aquel hombre:
- Que suerte la mía -comentó el menor de ambos - Eme aquí, en medio de una de las calles más populares para la juventud en Pekín y me encunetro con el apestoso reptil que ha estado fastidiando las actividades de mi casta.
- ¿Casta? No eres más que un niño. Tu padre no te ha enseñado valores y distas mucho de estar preparado para sobrevivir en medio de tanto experto en muerte.
- Sí, ya he oído que tenías una katana que cortaba en dos todo lo que se te ponía por delante pero... También he oído que hace diez años que nadie la ha visto, así que dedujo que no está ya en tu poder.
- No quieras comenzar conmigo un pulso, no podrás vencerme Niel.
- Sólo eres un Dragón Amarillo, acabamos con vosotros en el pasado ¿qué te hace pensar que no podremos hacer lo mismo ahora?
- Quizás la idea de que tienes a otros dos clanes en contra y te recuerdo que Los Tortugas Azules siempre han tenido muchos problemas con tu padre y deduzco que tu mejilla amoratada significa que contigo también-se mofa.
- Grr... Maldito- se toca la mejilla para cubrirse el golpe al que el más alto ha hecho alusión- No creas que la fortuna te sonreirá siempre, Minho, has sobrevivido una vez, no nos equivocaremos dos veces.
- Habrá que verlo, hablas mucho y haces muy poco.
Finalmente Minho se decidió a avanzar y pasar de largo de aquel pequeñajo que en cierto modo le recordaba a él en otros tiempos en los que aún su tutor se encargaba de enseñarle todo lo necesario para sobrevivir en aquel mundo lleno de oscuridad y traiciones. Tomó aire cuando al girarse comprobó que Niel ya no le estaba prestando atención, parecía encargarse más bien de saludar a otros de su edad, como ya dijo, aquella era una zona muy común para la juventud y si se habían encontrado fue por esa infeliz casualidad. No ocurriría con los otros líderes, que por seguridad salían de casa solo de forma ecepcional, además, el cabeza de familia de El Clan de los Fenix Rojos pasaba ya de los 70 y tenía problemas de movilidad a pesar de rendir de forma eficaz al menos mentalmente.
Siguió su camino para comer algo y al detenerse en un puesto se percató de que nuevamente su móvil vibraba, el avión del coreano había sufrido un pequeño retraso debido a turbulencias, pero todo parecía en orden así que se relajó hasta que le llegara la notificación de que había alcanzado tierra, según el contador eso sucedería en unos 20 o 25 minutos, puede que algo más debido a aquel imprevisto.
Mientras comía algo de un puesto callejero, fijó la vista en su reloj con la esperanza de que de ese modo el tiempo pasara más a prisa.
Minho se movió en los bajos fondos, buscando trabajadores descontentos de las mafias rivales o quizás a algún soñador empedernido que volara tras un cambio radical de aires o simplemente el idealista. Como era de esperar, en un principio nadie le tomó en serio aunque todos conocían su cara y pronto se buscó algunos problemas por el hecho de seguir vivo ya que las bandas enemigas deseaban la desaparición completa y absoluta de los suyos.
Durante varios meses tuvo que caminar escondiéndose en aquellos barrios mientras buscaba a sus contactos y a nuevos miembros para su clan mafioso con el fin no solo de vengarse, sino de plantar cara a toda aquella podredumbre que ahora gobernaba en su querida ciudad. No tenía por objetivo ser el más rico ni el más influyente, pero sí uno de los más respetados y estaba seguro de que lo conseguiría cuando aquel bache fuera superado pero para eso tendría que sobrevivir a los constantes intentos de asesinato hacia su persona y no era cosa fácil, ya que en cualquier momento podía suceder: un disparo fortuito, un coche que se salta de pronto un semáforo para arrollarle, veneno en la taza de té de una cafetería cualquiera... Su cabeza tenía precio y parecía que el peligro acechaba tras cada esquina.
Poco a poco sus antiguos contactos lo fueron poniendo en una situación más ventajosa, muchos de ellos eran hombres maduros que en su mayoría pasaban ya de los 60 pero que tenían hijos metidos en algunos negocios poco limpios pero se sentirían honrados de que portaran el escudo de EL Dragón Amarillo que era el símbolo del clan de Minho, antaño eliminado. Su familia siempre se había limitado al tráfico de armas ilegales que en su mayoría eran enviadas a los Estados Unidos y a los países árabes que en aquellos momentos se encontraban sumidos en guerras civiles. Aunque las armas no eran un negocio limpio, las drogas y la trata de esclavos sexuales lo era mucho menos. No quería formar parte de aquel ingente grupo de degenerados que secuestraban a niñas y las obligaban a prostituirse y les daban palizas... Claro que si se paraba a pensarlo, tampoco es que fuera mucho mejor propiciar armas a quienes podían usarlas para matar a civiles...Pero ese era su trabaja y deseaba seguir desempeñándolo hasta que una bala pusiera un punto y final a su camino... Irónicamente, el símbolo del dragón indicaba la sabiduría, la justicia y la rectitud, pero todas aquellas directrices eran fácilmente variables según la conveniencia o el convencimiento de cada persona, pero él se consideraba recto y justo... Y quizás para muchos de los que pronto comenzaron a seguirle, también les parecía, sino un hombre sabido, al menos uno prudente.
Su ascenso comenzó con prestamos de dinero de sus contactos que le permitieron comenzar a robar a sus rivales, pequeños hurtos en supermercados que trabajaban para las diferentes familias mafiosas y poco después comenzaron a robar a los distribuidores y a sus contactos con armas en el extrajero ofreciendo talones sin fondo o cheques al portador sin ninguna clase de seguridad, haciéndose pasar por algún peón de la mafia a la que estaban sirviendo en aquellos momentos, de forma que poco a poco, Los Dragones Amarillos comenzaron a hacerse con el favor de los comerciantes, tanto los internacionales, como los callejeros locales, sin casi hacerse notar, algunos negocios de las zonas más turísitcas de Pekín, empezaron a trabajar como coartada para aquella familia supuestamente desaparecida y a pagarle un tanto por ciento mensual a cambio de protección... ¿Qué qué era protección? Cada tienda , puesto ambulante, restaurante o supermercado, pagaba alrededor de un treinta por ciento del total de sus ganancias mensuales a la familia mafiosa que en aquel momento imperase en la zona con el fin de que ésta respondiera ante una agresión rival contra el negocio e intercediera para protegerlo y en cualquier caso ayudar a reconstruir en el caso de que destrozaran el local y la mercancía. Por tanto, varios locales empezaron a trabajar para Minho a cambio de su protección ante los peligros que representaban los otros tres clanes.
En un par de años, Minho volvía a estar bien posicionado e incluso podía permitirse el lujo de lucir algún capricho de joyería como podía ser un anillo o un reloj de muñeca, aunque él nunca había sido aficionado a los bienes materiales y no era menos en aquellos momentos.
Revisaba en aquellos momentos en su despacho, los papeles que debía rellenar para la construcción de un nuevo edificio de oficinas y apartamentos de lujo en un terreno que había adquirido hacía relativamente poco. A su espalda, en una pared de paneles color vino, un dragón hecho de oro relucía e iluminaba toda la sala como un talismán, vigilando desde las alturas, velando por la seguridad de aquel muchacho que una vez más se había levantado del barro.
El teléfono sonó y el joven respondió en su idioma natal, sonriendo apenas cuando su interlocutor dijo que se había dado el visto bueno definitivo a su plan de obras de un edificio de lujo y más aún, sus ganancias aquel mes habían ascendido hasta casi un 10% por encima de la media normal, lo cual era mucho y sin duda eso le hacía feliz, todo parecía ir viento en popa y al fin el honor de su clan había sido restablecido como correspondía. Al colgar el aparato, se acercó a mirar por la ventana preguntándose una vez más si aquel sería el día en el que al fin llegaría aquel joven coreano que una vez le perdonó la vida... Tras tantos años, no lo había olvidado, quizás porque había sido importante, teniendo en cuenta que aquel sentimiento resultaba irónico ya que ambos se habían intentado matar desde el primer momento y Jonghyun, le había dado una buena paliza, le había meado encima... Sí, aquello le había hecho sentir mucha vergüenza pero cuando volvió a cruzarse con él en el aeropuerto, supo que a pesar de ese sentimiento de inferioridad, había algo por encima de ello, un sentimiento más fuerte, no estaba seguro de qué, no podía definirlo como amor ni como nada en concreto porque nunca había sentido otra cosa que lo que le habían inculcado, la virtud, el honor y siempre tener la mente fría, incluso cuando parecía que su corazón se imponía, no tardaba en volver a ese necesario autocontrol.
También era cierto que ser el líder de una familia no era tan sencillo, la diplomacia solía fracasar en la mayoría de negocios y había que pasar a modos más sucios y ruines como podían ser la extorsión o algo aún peor, recurrir al secuestro y a la tortura e incluso al asesinato si era preciso para esclarecer algún tema concreto o un negocio que de pronto había salido mal por la intromisión de algún soplón en la organización... Si había algo que a los mafiosos no les gustaba, eran los soplones, algo así podía destrozar cualquier plan por insignificante que pareciese. Cada actividad que se llevaba a cabo en el clan, era por algún motivo y siempre resultaba ser un motivo que repercutía en el estatus de cada líder.
Mientras pensaba en aquellas cosas al observar las fachadas de los edificios de Pekín... De nuevo algo captó su atención, ésta vez se trataba de su teléfono móvil, vibraba dentro de su bolsillo y al sacarlo descolgó al reconocer el número de un viejo amigo que le hacía de informador y que era un experto en ordenadores:
- Espero que sea importante.
- Nunca te llamo sin motivo y en ésta ocasión es por un buen motivo. Hace casi 10 años me pediste que tuviera en cuenta un nombre y que si algún día aparecía en mi registro de viajes que te pusiera al tanto.
- Eso... ¿qué significa...? - susurra sintiendo que se le para el corazón por unos largos segundos.
- Significa que por una vez en 10 putos años, he encontrado su nombre en mi base de datos. Ha tomado un vuelo privado desde Busan y su destino es el Aeropuerto Internacional de Pekín.
- ¡ No puede ser! ¿Lo has comprobado?
- Sí, no hay otro, Kim Jong Hyun ¿no es ese el nombre que llevas repitiéndome casi a diario?
- Sí, ese es pero... es un nombre muy común...
- Escucha, estás de suerte, ahora que estamos en la era de la informática, puedo pasarte al móvil la foto que consta en su pasaporte y si quieres, me dices si es él o no.
- Sí, por favor, pásame la foto...
Al momento se apartó el auricular de la oreja y revisó la foto que le aparecía en la pantalla... Resopló al notar que algo le estallaba en la cabeza, era imposible no reconocer aquellos ojos negros tan profundos... Nunca había olvidado aquella cara, su expresión severa, sus labios fuertes, su bonita nariz... Jonghyun Kim, al fin había decidido ir a Pekín en su busca...
Sonrió sin poder disimular la felicidad, siempre había tenido la duda de si él le recordaba o finalmente habría olvidado su efímero paso por su vida y se había perdido en su memoria como una más de las mil caras sin importancia que nos encontramos a lo largo del camino.
Le costó varios segundos recordar que su compañero le estaba hablando aún por teléfono preguntándole ya nervioso si era o no ere el Kim Jonghyun ya que el silencio se había hecho latente y no sabía si le había pasado algo al líder mafioso o no. Volvió a colocarse el aparato en la oreja y dijo con voz calmada:
- Sí, es ese el sujeto al que me refería.
- ¿Y qué debo hacer? ¿Mando a los hombres a darle una paliza?
- ¿Qué? ... No, no lo digas ni de broma... Simplemente asegúrate de que nadie le de indicaciones de mi paradero.
- ¿Viene a buscarte a ti?
- Es imposible saberlo, pero de ser así, lo conveniente es que él mismo me busque sin ayuda de nadie, asegúrate de que nadie de la calle de mi nombre y que quede bien claro que no quiero que se diga nada de mi.
- Está bien, avisaré a tus hombres, no te preocupes, me ocuparé de todo, en cuanto baje del avión haré que le coloquen un transmisor para que puedas ver su posición desde el GPS de tu móvil y tu ordenador.
- De acuerdo.
No tuvo que decir nada más, colgó el teléfono y se sentó de nuevo en su lujoso asiento, delante de su mesa de despacho, sintiendo que incluso le ardían las mejillas a causa de la felicidad que le embargaba, pero debía contenerse y ser paciente hasta saber cuáles eran las intenciones de aquel coreano. Su decisión era inquebrantable, después de esperar durante diez años, no le importaba esperar un poco más.
Finalmente se puso en pie y decidió caminar fuera de aquel edificio que ahora era de su propiedad en busca de algún puestecillo callejero para comer mientras su cabeza hervía en pensamientos hacia aquel hombre... Extraño pensar que entre ellos dos podría haber surgido un sentimiento fuerte... Algo poco común entre mafiosos...El amor podía ser considerado un signo de debilidad y siempre era mejor aparentar no tener ninguna clase de sentimientos.
Las calles de Pekín bullían de gente, rostros que iban y venían en una marea humana que podía llegar a ser asfixiante. Revisó su móvil al escuchar la llegada de una notificación en la que su informador le dejaba un contador activo, similar al que se vería en una bomba, pero se trataba ni más ni menos que de el tiempo que le quedaba al vuelo del coreano por delante antes de arribar en territorio chino. Dependiendo del tránsito del aeropuerto, llegaría en poco menos de 40 minutos, así que muy pronto tendría informes y fotos de aquel hombre a cada paso que diese pero... Se detuvo en seco cuando se encontró de frente con uno de sus enemigos... En ese momento, Minho dirigía una familia mafiosa tan poderosa como había sido antes de que la unión de los tres clanes restantes la redugera a menos que cenizas. Se trataba de Ahn Niel, el líder de El Clan de los Tigres Blancos.
Se sostuvieron la mirada el uno al otro. Un astuto golpe de Minho hacía poco menos de dos años había hecho que la alianza desapareciera y el odio resurgió con más fuerza entre los clanes al volver la desconfianza, sólo aquel niñato, cuyo padre aún gobernaba en las sombras, había dado con indicios de que todo fue una jugarreta de aquel hombre:
- Que suerte la mía -comentó el menor de ambos - Eme aquí, en medio de una de las calles más populares para la juventud en Pekín y me encunetro con el apestoso reptil que ha estado fastidiando las actividades de mi casta.
- ¿Casta? No eres más que un niño. Tu padre no te ha enseñado valores y distas mucho de estar preparado para sobrevivir en medio de tanto experto en muerte.
- Sí, ya he oído que tenías una katana que cortaba en dos todo lo que se te ponía por delante pero... También he oído que hace diez años que nadie la ha visto, así que dedujo que no está ya en tu poder.
- No quieras comenzar conmigo un pulso, no podrás vencerme Niel.
- Sólo eres un Dragón Amarillo, acabamos con vosotros en el pasado ¿qué te hace pensar que no podremos hacer lo mismo ahora?
- Quizás la idea de que tienes a otros dos clanes en contra y te recuerdo que Los Tortugas Azules siempre han tenido muchos problemas con tu padre y deduzco que tu mejilla amoratada significa que contigo también-se mofa.
- Grr... Maldito- se toca la mejilla para cubrirse el golpe al que el más alto ha hecho alusión- No creas que la fortuna te sonreirá siempre, Minho, has sobrevivido una vez, no nos equivocaremos dos veces.
- Habrá que verlo, hablas mucho y haces muy poco.
Finalmente Minho se decidió a avanzar y pasar de largo de aquel pequeñajo que en cierto modo le recordaba a él en otros tiempos en los que aún su tutor se encargaba de enseñarle todo lo necesario para sobrevivir en aquel mundo lleno de oscuridad y traiciones. Tomó aire cuando al girarse comprobó que Niel ya no le estaba prestando atención, parecía encargarse más bien de saludar a otros de su edad, como ya dijo, aquella era una zona muy común para la juventud y si se habían encontrado fue por esa infeliz casualidad. No ocurriría con los otros líderes, que por seguridad salían de casa solo de forma ecepcional, además, el cabeza de familia de El Clan de los Fenix Rojos pasaba ya de los 70 y tenía problemas de movilidad a pesar de rendir de forma eficaz al menos mentalmente.
Siguió su camino para comer algo y al detenerse en un puesto se percató de que nuevamente su móvil vibraba, el avión del coreano había sufrido un pequeño retraso debido a turbulencias, pero todo parecía en orden así que se relajó hasta que le llegara la notificación de que había alcanzado tierra, según el contador eso sucedería en unos 20 o 25 minutos, puede que algo más debido a aquel imprevisto.
Mientras comía algo de un puesto callejero, fijó la vista en su reloj con la esperanza de que de ese modo el tiempo pasara más a prisa.
◄ ▬ ----- ▬ ►
- Él no para de mirar el teléfono - comentaba Niel viendo de reojo a aquel al que discretamente llevaba siguiendo desde que se habían cruzado poco antes.
- ¿Y qué? Hoy en día es algo normal.
- No en él - comentó el líder de los Tigres Blancos mientras se llevaba un helado a la boca- Tengo entendido de que no es muy amigo de la tecnología y no para de mirarlo, algo tiene que estar cociéndose y si lo averiguamos seguro que encontraremos el punto flaco de ese malnacido.
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Poco después de comer algo, Minho dio media vuelta de regreso hacia el edificio en el que tenía sus oficinas y una vez en la entrada revisó de nuevo su teléfono y recibió en aquel momento la foto de Jonghyun desembarcando de su jet privado. Ahora estaban en su territorio, lo que significaba que quien se movía sobre arenas pantanosas era el coreano... Claramente él estaría velando por su seguridad por medio de sus trabajadores, Jonghyun estaría vigilado y flanqueado por sus hombres sin que él mismo pudiera saberlo. En China las cosas eran muy diferentes a Corea, allí valía tener al menos un hombre de incognito en cada negocio, aunque pudiera parecer algo complicado, se daba mucho. Las familias chinas eran muy numerosas, mucho más que lo que podía pensarse, una sola organización podía tener al menos cien mil personas trabajando encubiertos y otros tanto haciendo papeleos, negocios y como quien dice "el trabajo sucio". Así se movían en China.
El Jefe de los Dragones Amarillos subió a su despacho y se sentó cerca de la ventana, deseoso de saber si Jonghyun sería o no capaz de dar con él y en el caso de que lo hiciera ¿qué pasaría después? Sólo el tiempo lo diría.
Tampoco podría protegerle eternamente, el nombre de aquel mafioso coreano era bien conocido y si algún otro se enteraba de que estaba allí, sin duda habrían algo muy parecido a una guerra civil en las calles de Pekín.
- Era sólo cuestión de tiempo, mi querido Jonghyun... - susurró mientras miraba por la ventana el mar de hormigón que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
El Jefe de los Dragones Amarillos subió a su despacho y se sentó cerca de la ventana, deseoso de saber si Jonghyun sería o no capaz de dar con él y en el caso de que lo hiciera ¿qué pasaría después? Sólo el tiempo lo diría.
Tampoco podría protegerle eternamente, el nombre de aquel mafioso coreano era bien conocido y si algún otro se enteraba de que estaba allí, sin duda habrían algo muy parecido a una guerra civil en las calles de Pekín.
- Era sólo cuestión de tiempo, mi querido Jonghyun... - susurró mientras miraba por la ventana el mar de hormigón que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
Me encanto!!!!!!!!!!
ResponderEliminarJong buscara a minho
Creo q este sera un fic memorable como pompas de jabon y el tesoro del dragon.